martes, 2 de febrero de 2010

Lecturas sistema económico mundial

Lectura Nº 1. Gino Longo: “Características del conocimiento científico” en “Manual de Economía Política” . Comunicación. Serie B. Roberto Carballo: Nota crítica a la lectura Nº1.

Gino Longo. ¿Qué es la ciencia?
J. Schumpeter da una definición formal en su Historia del análisis económico. “La ciencia es cualquier tipo de conocimiento que haya sido objeto de esfuerzos conscientes para perfeccionarlo. Estos esfuerzos producen hábitos mentales-métodos y técnicas-y un dominio de los hechos descubiertos por esas técnicas”.
Si profundizamos en el concepto, la finalidad de la investigación científica, consiste en descubrir las leyes del universo empírico que rodea al hombre, de la realidad objetiva en la que éste se halla inmerso.

En este conocimiento se destacan tres aspectos fundamentales: En primer lugar, el conocimiento científico debe proporcionar una descripción de esta realidad, pero no debe limitarse a describir esta realidad, sino que al mismo tiempo debe explicarla; por esta razón la ciencia no debe ser un simple conjunto de definiciones.
La segunda característica fundamental del conocimiento se refiere a la explicación de la realidad. El conocimiento científico debe partir de la explicación de una realidad objetiva expuesta a partir de ella misma. En este sentido, destaca el autor; la historia del conocimiento científico es en realidad la historia de cómo la Humanidad se ha explicado el mundo real.

El desarrollo coherente del conocimiento de la realidad, conduce directamente al materialismo filosófico. Precisamente, por esta razón, -señala el autor-, una filosofía coherentemente científica, forzosamente ha de ser materialista y por tanto basarse en la necesidad de estudiar la realidad objetiva tal y como es y explicarla partiendo de ella misma. Por ello, el marxismo que es un materialismo filosófico coherente y llevado hasta sus últimas consecuencias lógicas, constituye la primera concepción del mundo basada total y exclusivamente en la ciencia.

El tercer y último aspecto fundamental del conocimiento está constituido por el hecho de que el conocimiento científico es únicamente una parte de de la actividad humana, tan sólo uno de sus aspectos. El hombre desea conocer el mundo para poderlo modificar de acuerdo con sus exigencias y necesidades. “…El fundamento más esencial y más próximo del pensamiento humano es, precisamente, la transformación de la naturaleza por el hombre…y la inteligencia humana ha ido creciendo en la misma proporción en que el hombre iba aprendiendo a transformar la naturaleza” (F.Engels, Dialéctica de la naturaleza).

La ciencia nunca tendrá por objetivo la praxis, pues su meta es la cognición o, en otras palabras, la búsqueda de la verdad de las cosas, entendiendo por verdad la correspondencia de nuestras concepciones a la realidad. Por tanto, la ciencia no busca la mayor o menor utilidad de los resultados, si no que se limita a valorar la veracidad de los resultados obtenidos; ya que si conocemos la realidad, -antes o después- surgirán los instrumentos técnicos que nos permitirán modificarla.
Por otro lado, existe una diferencia relevante entre el conocimiento y la acción. La praxis debe ser una acción colectiva para tener éxito; mientras que la investigación tiene un carácter individual (hasta hoy no se ha descubierto una forma colectiva de pensar).
No obstante, tanto la acción colectiva, como el pensamiento individual, son fenómenos sociales y no existen al margen de la sociedad humana, pues tienen un carácter eminentemente social y no se diferencian entre sí por su finalidad o su contenido, sino únicamente por su forma de manifestarse. De todo esto se deduce que las modalidades de desarrollo de la acción no coinciden con las del pensamiento. Lo cual significa que no nos podemos dedicar a un mismo tiempo a estos dos distintos aspectos de la actividad humana.

De otro lado, el hombre que se dedique a la ciencia si quiere tener éxito en su investigación nunca debe preocuparse por las consecuencias prácticas de la misma, no sólo esto, sino que no deberá permitir que los prácticos obstaculicen su investigación. A cambio, el hombre de la ciencia nunca debe indicar a los prácticos qué deben hacer, si no lo que deberían tratar de hacer. Si no actúa de esta forma se dedicaría a la función de ser un ideólogo; y esto nada tiene que ver con la ciencia.
Nota crítica de Roberto Carballo (1978) a la lectura Nº1. (Gino Longo “Manual de Economía Política” Comunicación pp.17-24).

1. La definición de J.A Schumpeter encaja dentro de la tendencia a refugiarse en el empirismo; es decir que implica una concepción metodológica positivista y formal como modo de aproximación al conocimiento del mundo que nos rodea. Tanto Schumpeter como Longo, se ven penetrados por el culto “cuasi-religioso” de lo científico y del progreso, solo que el primero lo hace desde una vertiente idealista y el segundo desde el materialismo.

2. Asimismo, la crítica se hace a la alusión a que hace Longo sobre que “la historia del conocimiento científico” pasa de una etapa de explicación del mundo en base a “fenómenos, causa y relaciones que se establecen objetivamente entre los fenómenos y la realidad”. Es decir, que el capitalismo, como afirma Sweezy, no sólo se considera por la ciencia económica burguesa como “la estación terminal de la historia” si no que es “la etapa histórica en que predomina la ciencia como forma de saber; y no sólo es objetiva, sino que también es la última fase”.

3. Este aspecto se refiere a la pretensión de ser “objetivo”, indicando que la realidad objetiva ha de ser “explicada a partir de ella misma” sin introducir momentos, elementos o explicaciones que no pertenezcan a tal realidad, que sean “extraños”; desechando toda posible subjetividad. Esto es duramente cuestionado, pues no es posible practicarlo; ni siquiera es posible delimitar la realidad del objeto de estudio, porque nos movemos en un conjunto de postulados e hipótesis, axiomas y premisas, que ponemos en la supuesta “realidad objetiva”.

4. Otro tema de debate fundamental, es “el hombre de la ciencia” al que se refiere Longi. ¿Un hombre que actúa como científico no es acaso un hombre de acción? ¿Por qué alejar al científico de la política? Si la ciencia es una actividad, por ende es una praxis, y en definitiva, parte de la base del conocimiento ajeno.

Lectura Nº 3. Manuel Sacristán: “Qué es una concepción del mundo”, en F. Engels: Antidüring. Grijalbo.

¿Qué es una concepción del mundo?
Una concepción del mundo no es un saber ni un conocimiento en el sentido de ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta del sujeto, a veces sin que éste se los formule de un modo explícito. Gran parte de la vida cotidiana puede interpretarse en términos de principios o creencias muchas veces implícitas, “inconsistentes” en el sujeto que actúa o que reacciona.
Estos principios o creencias, son frecuentemente inspiradores de la conducta cotidiana, aunque el sujeto no se los formule siempre; están explícitos en la cultura de la sociedad en que vive. Esa cultura contiene por lo común, un conjunto de afirmaciones acerca de la naturaleza del mundo físico y de la vida, así como un código de estimaciones de la conducta. La parte contemplativa o teórica de la concepción del mundo está íntimamente relacionada con la parte práctica; con el código o sistema de juicios de valor, a través de cuestiones como la del sentido de la vida humana y la muerte, la existencia o inexistencia de un principio ideal o espiritual que sea causa del mundo, etc.

La existencia de una formulación explícita de la concepción del mundo en la cultura de una sociedad no permite, sin embargo, averiguar de forma sencilla- partiendo de esas concepciones oficialmente afirmadas- cuál es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad. La concepción del mundo tiene un carácter de “sobre-estructura” que no es un mecánico reflejo, ingenuo, directo, de la realidad social y natural vivida. El reflejo, está inmerso siempre en la ideología; como ejemplo, el autor afirma que detrás de los Derechos del Hombre, ha habido en realidad históricamente otras creencias efectivas mucho más universales moralmente.
No obstante, para el estudio de las relaciones entre concepción del mundo y ciencia positiva basta con atender a los aspectos formales de ambas. Las concepciones del mundo suelen presentar, en las culturas de tradición grecorromana, unas pautas, por así decirlo, muy concentradas y conscientes, en forma de “credo religioso-moral” o de sistema filosófico (especialmente durante el siglo XIX).

La filosofía sistemática, nace de una pugna con el credo religioso y como sistema se ve “arrebatada” de un campo temático tras otro por las ciencias positivas. La filosofía sistemática intentar salvar su sustantividad en un repertorio de supuestas “verdades superiores” de toda la ciencia. En los casos más ambiciosos-los de Platón o Hegel, por ejemplo-, la filosofía sistemática presenta más o menos abiertamente la pretensión de dar de sí por razonamiento el contenido de las ciencias positivas.
En este caso, como en el de los credos religiosos positivos, la concepción del mundo quiere ser un saber, un conocimiento real del mundo, con la misma positividad que el de la ciencia. Esta pretensión puede considerarse fracasada hacia mediados del siglo XIX, precisamente con la disgregación del más ambicioso sistema filosófico de la historia, el de Hegel. El sistema de Hegel que pretende desarrollar sistemáticamente y mediante afirmaciones materiales de la verdad del mundo, fue, según la expresión de Engels en el Anti-Dühring, “un aborto colosal, pero también el último en su género”.

Las causas por las cuales la pretensión de la filosofía sistemática acaba por caducar son varias. En el orden formal, o de teoría del conocimiento, la causa principal es la definitiva y consciente constitución del conocimiento científico positivo durante la Edad Moderna. Este es un conocimiento que se caracteriza formalmente por su intersubjetividad y prácticamente su capacidad de posibilitar previsiones exactas, aunque sea -cada vez más-a costa de construir y manejar conceptos sumamente artificiales, verdaderas máquinas mentales que no dicen nada a la imaginación, a diferencia de los juegos e intuitivos conceptos de la tradición filosófica.

Un conocimiento es intersubjetivo cuando todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo, en el sentido de que quedan igualmente informados acerca de las operaciones que permitirían verificar o falsar dicha formulación. Las tesis de la vieja filosofía sistemática, de los dogmas religiosos y de las concepciones del mundo carecen de esos rasgos. Esos rasgos dan al hombre una seguridad y un rendimiento considerables, el conocimiento que los posee-el científico positivo-va destronando, como conocimiento de las cosas del mundo, al pensamiento, mucho más vago y mucho menos operativo, de la filosofía sistemática tradicional.

La concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son las verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica (deductiva o inductivo-probabilística). Por ejemplo, una auténtica concepción del mundo debe contener –explícitos o explicitables-enunciados acerca de la existencia o inexistencia de Dios. Sin embargo, -dice el autor-esto no quiere decir que el conocimiento positivo-y las necesidades metodológicas de éste-no abonen una determinada concepción del mundo más que otra.

Estos rasgos permiten plantear correctamente la cuestión de las relaciones entre concepción del mundo y conocimiento científico-positivo. Una concepción del mundo que tome a la ciencia como único cuerpo de conocimiento real se encuentra visiblemente-para usar un simplificador símil espacial-por delante y por detrás de la investigación positiva. Por detrás, porque intentará construirse de acuerdo con la marcha y los resultados de la investigación positiva misma; por delante, porque como visión general de la realidad, la concepción del mundo inspira o motiva la investigación positiva misma.

En realidad, el carácter de “inspiradora” de la investigación que tiene la concepción del mundo no está bien descrito por el símil, pues esa inspiración se produce constantemente, a lo largo de la investigación, en combinación con las necesidades internas, dialéctico-formales, de ésta. Es importante señalar, que cuando la ciencia se mece en la ilusión de no tener nada que ver con ninguna concepción del mundo vigente en su sociedad; el científico corre el riesgo de someterse inconscientemente a la concepción del mundo vigente en su sociedad.
La concepción marxista del mundo.

La “concepción materialista y dialéctica del mundo”, otras veces llamada por Engels, más libremente, “concepción comunista del mundo”, está movida, como todo el marxismo, por la aspiración a terminar con la obnubilación de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de los factores no reconocidos o idealizados. De esto de desprende que es una concepción del mundo explícita.
Un segundo rasgo de la concepción marxista del mundo consiste en que no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo. El nuevo materialismo, escribe Engels en el Anti-Dühring, “no es una filosofía sino una simple concepción del mundo, que tiene que sostenerse y actuarse no en una sustantiva ciencia de la ciencia, sino en las ciencias reales. En él queda “superada” la fiosofía, es decir, tanto superada como preservada”; superada en cuanto a su forma, preservada en cuanto a su contenido real”. Esto supone, la concepción de lo filosófico no como un sistema de superior a la ciencia, sino como un nivel del pensamiento científico: el de la inspiración del propio investigar y de la reflexión sobre su marcha y sus resultados.

Esta concisa y expresiva formulación de Engels, es muy general, y puede presentarse el riesgo de una confusión de los niveles: positivo y filosófico. Citando a Kant, el autor señala que tampoco para el marxismo hay filosofía, sino filosofar. En segundo lugar, puesto que su punto de partida y de llegada es “la ciencia real”, esa concepción del mundo no puede querer más que explicitar que motivación de la ciencia misma. Esta motivación es lo que, con terminología clásica, puede llamarse “inmanentismo”: el principio-frecuentemente implícito, más visible en la conducta que en las palabras del científico-de que la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo, y no es instancias ajenas o superiores al mundo.

Este principio está en la base del hacer científico, el cual perdería todo sentido, quedaría reducido al absurdo, si en un momento dado tuviera que admitir la acción de causas no-naturales, necesariamente destructoras de la red de relaciones (“leyes”) intramundanas que la ciencia se esfuerza por ir descubriendo y construyendo para entender la realidad. En este postulado de inmanentismo, definidor de la posibilidad del conocimiento científico, se basa la concepción marxista del mundo. El primer principio de la concepción marxista del mundo-el materialismo-es en sustancia el enunciado, a nivel filosófico explícito, del postulado inamentista: el mundo debe explicarse por sí mismo. El materialismo es lo primero en el marxismo, incluso históricamente, es decir en la historia de su composición paulatina en el pensamiento de Marx y-en mucho menor medida-de Engels.

Pero el materialismo no es sino uno de los dos principios fundamentales de lo que Engels llama “concepción comunista del mundo”. El otro es el principio de la dialéctica. Este se inspira no tanto en el hacer científico-positivo cuanto en las limitaciones del mismo. La ciencia positiva realiza el principio del materialismo a través de una metodología analístico-reductiva. Su eliminación de factores irracionales en la explicación del mundo procede a través de una reducción analítica de las formaciones complejas y cualitativamente determinadas a factores menos complejos (en algún sentido a precisar en cada caso) y más homogéneos cualitativamente, con tendencia a una reducción tan extrema que el aspecto cualitativo pierda toda relevancia.

El análisis reductivo practicado por la ciencia, tiende incluso a obviar conceptos con contenido cualitativo, para limitarse en lo esencial al manejo de relaciones cualitativas o al menos, materialmente vacías, formales. Esto se aprecia ya claramente en los comienzos de la ciencia positiva moderna. El análisis reductivo practicado por la ciencia tiene regularmente éxito. Es un éxito descomponible en dos aspectos: por una parte, la reducción de fenómenos complejos a nociones más elementales, más homogéneas y, en el caso ideal, “desprovistas” de connotaciones cualitativas; permite penetrar muy material y eficazmente en la realidad, porque posibilita el planteamiento de preguntas muy exactas (cuantificadas y sobre fenómenos “elementales”) de la naturaleza, así como previsiones precisas.
Por otra parte, el análisis reductivo posibilita a la larga la formación de conceptos más adecuados, ya que precisamente se basan en un análisis reductivo que prescinde –por abstracción-de la peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados y reducidos, los conceptos de la ciencia en sentido estricto-que es la ciencia positiva moderna-son invariablemente conceptos generales, enunciados mediante “leyes”, en donde se pierde una parte de lo concreto; precisamente la parte decisiva para la individualización de los objetos. Esto es así no por alguna limitación accidental, sino por el presupuesto definidor de la metodología analítico-reductiva, que no responde más que al principio materialista de explicación de toda formación compleja, cualitativamente distinta, por unos mismos factores naturales más o menos homogéneos.

El campo o ámbito de relevancia del pensamiento dialéctico es precisamente el de las totalidades concretas. Hegel-señala el autor- ha expresado en su lenguaje poético está motivación al decir que la verdad es el todo. La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de sí una determinada comprensión de las totalidades concretas; ya que la práctica humana no se enfrenta sólo con la necesidad de penetrar analítico-reductivamente en la realidad, sino también con la de tratar y entender las concreciones reales, aquello que la ciencia positiva no puede recoger.
Según esto, la tarea de una dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo, sin concebir las cualidades que pierde el análisis reductivo como entidades que haya que añadir a los datos, sino como resultado nuevo de la estructuración de éstos en la formación individual o concreta, en los “todos naturales”. “el alma del marxismo” señala el autor citando a Lenin; “es el análisis concreto de la situación concreta”.

No obstante, la palabra “análisis” no tiene el mismo sentido aquí que en la ciencia positiva. El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (en esto es pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científicos (y en esto es el marxismo un materialismo). El nivel o el universo del discurso en el cual tiene sentido hablar de “análisis dialéctico”, es un nivel de comprensión de las concreciones o totalidades, ni al del análisis reductivo de la ciencia positiva. Concreciones o totalidades son, en este sentido dialéctico, ante todo los individuos vivientes, y las particulares formaciones históricas, de las “situaciones concretas” (Lenin), es decir, los presentes históricos localmente delimitados, etc. Asimismo en un sentido más “vacío”, el universo como totalidad, que no puede pensarse en términos de análisis científico-positivo, sino dialécticamente, sobre la base de los resultados de dicho análisis.

Lectura Nº 5. Gino Longo: “El mecanismo de la investigación científica”. Manual de Economía Política. Comunicación. Serie B. pp.25-40.
II. El mecanismo de la investigación científica. ¿Cómo se desarrolla la investigación?

El conocimiento siempre se inicia a partir de los hechos y más concretamente de la observación de los mismos. Cualquier observación es en sí un principio de análisis, pues lleva consigo una selección, comparaciones, deducciones, etc.
Por si mismos los hechos no explican nada, hay que dotarlos de sentido. Por tanto, la tarea de la investigación científica no consiste en registrar y “coleccionar” hechos, sino descubrir, -tras de la apariencia de los fenómenos-, su verdadera esencia. La primera tarea de la investigación consiste en observar los hechos, en seleccionar los más significativos, en descubrir las relaciones que los unen entre sí y en evidenciar, en cada hecho concreto, los aspectos más sustanciales o significativos. El espíritu de observación y la capacidad de mediar son cualidades esenciales para realizar tal trabajo. Es igualmente importante tener el espíritu lo más libre posible de todo tipo de prejuicios.

Una vez hecho todo esto, es necesario seguir avanzando, ir encajando los resultados obtenidos a través de la observación en un esquema coherente, en una “visión”, como la denomina Schumpeter, en que se puedan rellenar las numerosas lagunas de la observación con supuestos hipotéticos más o menos justificados. De esta forma, la totalidad debe constituir una explicación coherente y verosímil, en la que absolutamente todos los hechos observados encuentren una explicación y estén unidos entre sí.
..”En todos los tiempos el pensamiento coherente ha tenido que completar los conocimientos todavía deficientes”…(F. Engels, Dialéctica de la Naturaleza).
La segunda etapa del trabajo científico, consiste en formular una hipótesis que explique el contenido de los hechos de forma lógica y coherente. Este aspecto es fundamental para la investigación científica y por ello es de gran relevancia poseer una gran fantasía creadora.

Por tanto, señala el autor citando a Schumpeter: “precisamente los logros más poderosos de la ciencia no proceden de la observación, la experimentación y el ordenado trabajo lógico, sino de algo que valdría la pena llamar visión y que es afín a la creación artística”. (J.A. Schumpeter, Historia del análisis económico).
La capacidad del pensamiento para crear mentalmente imágenes subjetivas distintas de aquellas observadas en la realidad, es decir, las que se desprenden de la percepción objetiva de la realidad a través de los sentidos; es pues esa propiedad característica del pensamiento humano gracias a la cual la conciencia humana, adquiere esa capacidad de conocerla y modificarla.

Por una parte, conocerla, en cuanto la fantasía, permite la creación mental de toda serie de imágenes y representaciones, indudablemente basadas en la observación de la realidad, pero que no vienen dadas por la realidad misma; permite formular hipótesis que más tarde se comprobarán de acuerdo con los hechos. Por otro lado, modificarla, en cuanto se refiere a que la fantasía permite al hombre crear mentalmente la imagen de aquello que no es, pero que él pretende alcanzar o realizar, es decir, una imagen en base a la cual, él actuará para modificar la realidad en la dirección deseada.
La fantasía, en definitiva, es precisamente lo que diferencia al cerebro humano del cerebro electrónico, es decir, lo que hace al hombre sujeto activo, creativo. La fantasía a su vez, se complementa con la intuición, gracias a la cual, el pensamiento no analiza todas las versiones mentales (fantásticas) formuladas en relación con un determinado fenómeno, cuyo número puede ser prácticamente infinito, sino únicamente las más verosímiles (conocimiento) o más racionales (creación).
La fantasía y la intuición, son por tanto, características peculiares de la actividad nerviosa superior y son propias de los animales más desarrollados. No obstante, a pesar de ser un aspecto relevante para la investigación, la fantasía creadora debe estar controlada por una lógica férrea y rigurosa.

La tercera etapa del trabajo científico, consiste en comprobar rigurosamente que las hipótesis formuladas corresponden a la realidad de los hechos, para lo cual será preciso volverlos a observar, ampliando -si es necesario-, el campo de observación a nuevos fenómenos, así como en profundizar el análisis de los hechos ya conocidos; controlando de todas las formas posibles el grado en que las conclusiones del investigador se ven justificadas y buscando siempre nuevos hechos capaces de confirmar las hipótesis formuladas.
La mayor o menor correspondencia de los hechos reales con las teorías formuladas es el único criterio para comprobar la verosimilitud de una determinada hipótesis, y ello por la simple razón de que “las cosas reales coinciden plenamente con la verdad, mientras que lo falso bien pronto evidencia su discordancia con la misma” (Aristóteles, Ética a Nicomaco).

La rigurosa comprobación de las hipótesis, bien mediante observaciones posteriores, bien mediante todo tipo de experimentos, constituye el trabajo de esta etapa.
Tanto en el proceso de observación como en el de la experimentación se estudian los hechos, pero en el primero los estudiamos tal y como los presenta el universo empírico, limitándonos a seleccionarlos, mientras que a lo largo del proceso de experimentación se crean nuevos hechos destinados a verificar las hipótesis, en lugar de esperar a que la naturaleza nos los ofrezca para nuestra investigación. Un fuerte espíritu crítico y autocrítico es la cualidad esencial que se requiere en esta etapa al trabajo científico.

La cuarta y última etapa del trabajo científico consiste en modificar o sustituir las hipótesis anteriormente formuladas con los resultados de la comprobación realizada anteriormente. Por tanto, toda la operación puede ser esquematizada de la forma siguiente: observación de los hechos-formulación de hipótesis-nueva observación de los hechos-nueva formulación de las hipótesis….-así hasta el infinito.

El autor, citando a J. Schumpeter: “Nuestro imaginado individuo ha de empezar por identificar los fenómenos sobre los cuales quiere trabajar, y tiene que identificarlos precisamente como fenómenos relacionados de algún modo entre ellos y distintos de cualesquiera otros. Esta identificación es un acto cognoscitivo. Pero no es parte del trabajo analítico; por el contrario, lo que hace es suministrar el objeto, el material sobre el cual trabajará el análisis, por lo que es requisito previo de éste. El trabajo analítico mismo consiste en dos actividades diferentes, aunque inseparables. La primera es la conceptuación de los contenidos de la visión. Queremos decir con esto, la fijación de sus elementos en conceptos precisos que reciben nombres o etiquetas para fijar su identidad, y el establecimiento de relaciones (teoremas y proposiciones) entre ellos. La segunda consiste en buscar más datos empíricos (hechos) con lo que enriquecer y contrastar los hechos inicialmente percibidos. Es natural que estas dos actividades no sean independientes la una de la otra, sino que haya un constante intercambio entre ellas. Los intentos de conceptuación estimulan la búsqueda de más hechos, y los nuevos hechos descubiertos tienen que ordenarse y conceptuarse a su vez. Ambas actividades en una secuencia infinita, perfeccionan, profundizan y corrigen la visión inicial y todos los demás resultados…” (J. Schumpeter, Historia del análisis económico).

Como se desprende de este planteamiento, la elaboración teórica (conceptualización de los fenómenos y formulación de relaciones hipotéticas verificables) y la observación de los hechos (análisis) se complementan mutuamente, pero no coinciden, y ninguna de ellas puede sustituir a la otra. Por otra parte, si falta uno de estos dos aspectos del trabajo científico, deja de existir la ciencia. En definitiva, la ciencia nunca puede reducirse a la pura teoría abstracta, ni a la pura investigación empírica. Ambos aspectos de la investigación son distintos, por lo que no pueden confundirse y han de utilizarse cada uno de ellos en el momento oportuno.
“Es un gran error razonar mientras se observa, pero es absolutamente necesario hacerlo antes, y muy útil hacerlo después”. (C. Darwin, Autobiografía).
Pero, ¿dónde ha de iniciarse la investigación? ¿En la formulación teórica o en el análisis empírico?

Siguiendo el fragmento de Schumpeter -que cita el autor más arriba-; la elaboración de una visión global de la realidad precede siempre al análisis de los hechos empíricos. Ello es perfectamente correcto: aunque a primera vista puede parecer extraño, la elaboración, aunque en ocasiones revista formas muy toscas, o bien esté constituida por suposiciones puramente intuitivas o fantásticas, es siempre la que precede y guía el proceso de búsqueda de los hechos.
“Hacer ciencia no significa descubrir reglas mediante la inducción (generalización) de los hechos observados, sino que, contrariamente, supone crear hipótesis y someterlas a una verificación experimental. Por tanto, de las ideas debe pasarse al control experimental y a nuevas ideas en el caso de que, tras una verificación más profunda, nos veamos obligados a cambiar las hipótesis”. (L. Lombardo Radice, “I valori della scienza”, aparecido en Unita el 28 de febrero de 1963”.

Los hechos siempre constituyen la base de una elaboración teórica. No obstante, el hombre en el momento de iniciar una investigación posee un bagaje de conocimientos y observaciones empíricas, constituido de forma más o menos espontánea; mucho antes de que se hayan esbozado los fines de la misma y la formulación teórica.
El hecho de dedicarse a una investigación concreta presupone ya un cierto interés teórico: en efecto, el plantearse un problema constituye una suposición primaria y por tanto una primera formulación teórica, que si bien se deriva de los hechos observados y asimilados anteriormente sin una finalidad definida, es la que inicia la verdadera investigación, consciente y razonada. La investigación siempre se inicia formulando una pregunta, lo cual ya constituye un razonamiento, una teoría.
El trabajo del estudioso aislado está siempre integrado en el seno de la actividad investigadora colectiva, social, humana. ¿Cómo se convierte la investigación individual en investigación colectiva? En definitiva, el investigador individual utiliza las conclusiones y las elaboraciones de otros científicos como partes integrantes de su propia investigación y elaboración; su investigación y elaboración será asimismo utilizada por otros científicos.

“La verdad absoluta se forma con el conjunto de verdades relativas sucesivas..; las verdades relativas reflejan, en cierta medida, un determinado objeto…En toda verdad relativa, a pesar de su relatividad, existe siempre un elemento de verdad absoluta” . (Lenin, Obras, volumen XIV). Por tanto, el patrimonio cognoscitivo de la humanidad está compuesto por el conjunto de las investigaciones individuales, que no han de ser consideradas como entidades aisladas, sino como anillos de una cadena que se transmite de generación en generación.

De todas estas características peculiares del proceso de conocimiento se derivan dos importantes consecuencias de orden práctico. La primera consiste en el hecho de que la condición esencial para poder utilizar los resultados de las investigaciones hechas por otros es que por nuestra parte hayamos ya iniciado, aun de forma embrionaria, una elaboración propia. Las elaboraciones, los escritos y los libros ajenos pueden servir para confirmar, corregir, completar y desmentir las ideas propias, pero si en la mente de ese individuo no existe al menos un esbozo de pensamiento propio, será difícil que hagan nacer nuevas ideas.

“Los libros son misteriosos e inservibles cuando se leen sin que previamente se haya llevado a cabo una elaboración propia que coincida con el contenido de los mismos, y son plenamente eficaces cuando dialogan con nosotros para ayudarnos a aclarar ideas ya esbozadas, a transformar en conceptos reales lo que presumimos que lo son, y para apoyarnos y afirmamos en el camino que nosotros mismos hemos elegido o al que queremos acercarnos”. (B. Croce, “Contributo alla critica di me stesso”, incluido en Filosofia, poesia, storia,: antología a cura dell’ autore).

En caso contrario, es decir, cuando las elaboraciones, los escritos, los libros o los discursos de otros no sirven para controlar, confirmar, completar o corregir las ideas propias, sino para dar al individuo un pensamiento del que éste carece, se caerá rápida e inevitablemente en el eclecticismo. En este caso, los resultados de las ideas y de las investigaciones ajenas no se insertarán en una visión propia, ya esbozada en sus líneas generales, y por tanto, coherente, sino que tenderán a cubrir esa falta de visión con un mosaico de pensamientos ajenos, más o menos coordinados formalmente, pero sin un pensamiento interior que les dé vida y los englobe.
Precisamente, por esta razón,-dice el autor-las instituciones encargadas de preparar a las futuras generaciones de intelectuales, es decir, la enseñanza escolar y universitaria, deberían tener como objetivo enseñar a los jóvenes a pensar y dejarse de abotagar su mente con hechos y nociones. “No debe llenarse la cabeza del joven con hechos, nombres y fórmulas. Para saber eso no necesita ir a la Universidad, ya que puede encontrarlo en los libros. Los profesores deberían dedicarse únicamente a enseñar a pensar a los jóvenes y a entrenarles en algo que ningún texto puede hacer. Es verdaderamente milagroso que la enseñanza actual no haya logrado ahogar la sagrada curiosidad del investigador” (Einstein).

La segunda consecuencia, de orden práctico, se deriva del hecho de que no sólo las concepciones y las ideas evolucionan históricamente, sino que también lo hacen los conceptos que las expresan. Por esta razón, todo investigador debe-en cierto sentido-crear por sí mismo el aparato conceptual que necesita. De ahí la importancia de aclarar, al estudiar el pensamiento de otros, el significado que los distintos autores han dado a sus propios conceptos. De hecho se produce frecuentemente el caso de investigadores serios que no han llegado a entenderse entre sí, a pesar de utilizar la misma terminología, y precisamente porque cada uno atribuye a sus palabras un significado que para los demás no tiene. Es evidente que, para entendernos, señala el autor, es imprescindible desarrollar aunque sea a grades rasgos, nuestro propio sistema de conceptos en lugar de hacerlo sólo para un concepto.
Como conclusión, el autor hace un resumen de los principales puntos de su razonamiento:
1. Toda ciencia estudia e investiga un determinado objeto de investigación concreto.
2. Toda ciencia, al estudiar e indagar, utiliza un determinado método de investigación.
3. Toda ciencia, al aplicar un determinado método de estudio a su objeto de investigación, da en cada etapa del proceso, una visión de conjunto del sector de la realidad que constituye su campo de investigación, y, en consecuencia, una determinada visión científica de la realidad, que no es más que ese eslabón intermedio entre comprensión y acción práctica.

En la práctica, la evolución, el desarrollo de una ciencia tiene lugar de la forma siguiente:
Mientras que el objeto de investigación permanece relativamente estable, el método de investigación evoluciona con cada nueva etapa del desarrollo científico y es enriquecido y profundizado por obra de casa nuevo investigador a medida que van sucediéndose las visiones de la realidad que ofrece la ciencia. Esa sucesión de visiones científicas de la realidad constituye una regla que actúa de acuerdo con el conocido esquema hegeliano de la transformación de los cambios cuantitativos en cambios cualitativos, mediante un proceso acumulativo.
Sencillamente, esto significa que mediante sucesivas investigaciones, la visión de la realidad que ofrece la ciencia se enriquece, se amplía, se hace más profunda, se modifica hasta un punto en que-explícita o implícitamente-da paso a una nueva visión cualitativamente distinta y que explica mejor que la anterior los hechos y fenómenos descubiertos y comprobados.
Esta visión de la realidad que la ciencia ofrece en cada momento, está formada por dos elementos distintos: los hechos y relaciones comprobados científicamente y los deducidos lógicamente; hipotéticos, temporalmente supuestos, que integran a los momentos aislados de la visión en un conjunto coherente.
¿Cómo se desarrolla esta visión de la realidad? Algunos de los hechos y relaciones hipotéticos son sustituidos por hechos y relaciones comprobados gracias a los resultados obtenidos con nuevas investigaciones. A la luz de nuevos datos, una parte de las suposiciones aceptadas anteriormente dejan de ser satisfactorias y son sustituidas por otras suposiciones, que se acercan más a la realidad, porque explican mayor número de hechos y lo hacen de forma más aceptable.

Como resultado de este doble proceso, el esquema científico de la realidad adquiere un nuevo aspecto, a pesar de que todos los hechos y relaciones comprobados que formaban parte de la visión precedente también pasen a ser parte orgánica del nuevo esquema de la realidad, porque toda visión científica contiene todos los elementos anteriormente comprobados por los investigadores precedentes.
Como conclusión final, se deduce que en la ciencia lo esencial es el método, ya que la visión de la realidad que nos proporciona no es más que un esquema en constante evolución, en continuo cambio, que únicamente representa una verdad relativa; nunca absoluta. El método científico no sólo nos ofrece el esquema en un determinado momento válido, sino asimismo los instrumentos para poder sustituirlo por el esquema sucesivo. Si tenemos en cuenta que el objeto de la ciencia no es tanto ofrecer una determinada visión de la realidad, sino poder proporcionar una visión de la realidad cada vez más exacta, más ajustada, más rica que las anteriores, comprendemos que el aspecto esencial de toda ciencia es su método de investigación.

Lectura Nº 6. Roberto Carballo Cortina. Ciencia y Método (Inédito).

1. Significado de la ciencia. Se plantea el significado y los objetivos perseguidos por la ciencia a través de una construcción personal que se basa en la experiencia y en sus investigaciones. Se apoya en la cita de Einstein “La ciencia como fin que debe ser perseguido es algo tan subjetivo y condicionado psicológicamente como cualquier otro aspecto del esfuerzo humano, de modo que la pregunta ¿cuál es el objetivo y el significado de la ciencia? Recibe respuestas diferentes en diferentes épocas y de diferentes grupos de personas”.

La ciencia es una actividad humana y social, un esfuerzo humano básicamente consciente, cuyos éxitos en la comprensión de la Naturaleza han permitido al hombre, por un lado, acercarse al conocimiento de sus límites, de su humanidad, y por otro, han contribuido igualmente a desarrollar un sentimiento de prepotencia y de fe en las realizaciones humanas, que se ha insertado en la conciencia social de la época histórica en que vivimos en forma de culto “cuasi-religioso”.

Las leyes y las teorías sociales son siempre provisionales, limitadas en el tiempo y espacio; siguiendo a Hull, “no se puede explicar nada en sentido profundo”. Sin embargo, la ciencia se utiliza como un instrumento de dominación social. Su misma organización interna (ciencia normal como dice Kuhn), está aislada de la generalidad social y básicamente al servicio del poder de una minoría. En este sentido, por una parte, el cuerpo científico es, en general reaccionario al cambio de paradigma y por otra, cuando los científicos explicitan sus descubrimientos, lo hacen primero en lenguaje no-universal, incomprensible para la mayoría de los hombres, y segundo, casi nunca explican sus métodos de trabajo, y tan es así que ni siquiera lo hacen en la Universidad, ya que los planes de estudio difícilmente tienen incorporados materias metodológicas en su seno. Esto es más incomprensible si tenemos en cuenta que si algo distingue al quehacer científico del resto de las formas humanas de comprensión del mundo (artes, religiones, etc.) es su consciencia y si sistemática, ambas derivadas de su aspecto más significativo: su método, base de la intersubjetividad u objetividad científica y de posibilidad de formular previsiones.
2. Ciencia y progreso. Tomando como base su metodología en constante reestructuración, la ciencia pretende describir y/o explicar la Naturaleza, con el objetivo último de servir de base para la acción progresiva que conduzca al hombre al ideal de libertad. Todo estudioso aspira a que su especialidad adquiera el estatuto social de ciencia.

Refiriéndose al neopositivista, Popper; éste sólo adjudica este status a aquellos campos en que las hipótesis o teorías pueden ser refutadas por la experiencia-lo que equivale a decir que sólo las ciencias naturales serían ciencias-. Según Gino Longo, desde una perspectiva marxista, después de afirmar que el requisito según el cual ha de explicarse la realidad partiendo de ella misma es la característica que define a la ciencia y lo que la distingue de la no-ciencia, asevera que “el desarrollo coherente de este principio conduce directamente al materialismo filosófico (…) Por ello, el marxismo, que es un materialismo filosófico coherente (…)constituye la primera concepción del mundo basada total y exclusivamente en la ciencia”.

En definitiva, tales criterios de demarcación conducen, en general, a formas dogmáticas de concepción de la ciencia. Por tanto, se inclina por una definición abierta de la ciencia, que incida en las notas de consciencia, sistematización y autolimitación, como base para alcanzar el objetivo de llegar a ofrecer una explicación de la Naturaleza. En la actualidad, señala que se afianza cada vez más la convicción de que no existen “ciencias”, sino “teorías científicas” que constituyen una totalidad que es la ciencia en cada momento histórico.
No obstante, la ciencia puede ser entendida por un lado, como vida, en cuanto es un intento sistemático y acumulativo de comprensión de la Naturaleza, como base del progreso del hombre. Pero también, puede interpretarse como muerte, en tanto absorbe y canaliza esa comprensión como aparato burocrático de dominación, derivando en un culto cuasi-religioso que cumple una función de cohesión social necesaria para reproducir el sistema de dominación del hombre sobre el hombre, en que está basada la sociedad actual; culto que hoy alimentan derechas e izquierdas, hacia la”tierra prometida”, ese supuesto e idílico reino de “libertad”.

3. Ciencia y concepción del mundo. Siguiendo a Sacristán, se puede aceptar, que una concepción del mundo no es un saber en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Pero estas “afirmaciones acerca del mundo físico y de la vida y esos códigos de estimación de conducta” derivan de las distintas formas de entender el mundo y, una de ellas, la más sistemática quizás, es la científica. Por otra parte, estos principios, la mayoría de las veces inconscientes para el sujeto-y por tanto, para el científico-tienen el carácter de inspiradores de la investigación, de criterio-guía de lo que se investiga.

En realidad la disección y separación entre concepción del mundo como un no-saber y ciencia como conocimiento, es más un esfuerzo analítico y teórico que un problema real. Por tanto, el objetivo final de la ciencia, sus resultados provisionales, también constituyen una concepción del mundo, ya que se nutre de los sistemas de ideas vigentes para construirse. De ahí se desprende el incuestionable papel que juega la ideología, los sistemas de ideas inconscientes, en el método científico.
Siguiendo a Longo, -por poner uno entre mucho ejemplos-en la ciencia, lo esencial es el método. Los resultados de la ciencia, su visión presente de cada parcela de la realidad, no son más que un esquema provisional, una verdad relativa, o como diría Popper: “nunca se puede pretender que se ha alcanzado la verdad”.

Por el contrario, el método científico no sólo nos ofrece la posibilidad de un esquema en un momento dado, sino asimismo-y sobre todo-los instrumentos para poder sustituirlo por el esquema sucesivo, es decir, en su proceso permanente de reelaboración, el método es la base acumulativa en la que se asienta el desarrollo científico, aún en las fases revolucionarias, en los saltos históricos,-que en realidad derivan mediatamente de su propio proceso de reestructuración. En otro orden de cosas, la operatividad del método científico estriba en qué habrá que reflejar la forma de movimiento de lo real, y tal objetivo no es más que el de la ciencia como búsqueda de la verdad (con minúsculas). Por tanto, la ciencia asienta su desarrollo sobre la base de un método, en constante proceso de transformación.

4. Método e ideología. Pero el método tampoco es ajeno a la ideología, sino que ésta, como dijo Schumpeter, “tiene amplias puertas para penetrar en el proceso científico”. Desde la etapa pre-analítica hasta la refutación o falsación popperiana, la ideología impregna todas las etapas de la investigación. Debemos aceptar que los sistemas de ideas juegan un papel complementario -y no solamente sustitutivo- en el proceso de conocimiento, y que la comprensión científica de la realidad incorpora un componente ideológico, junto a otro que se dice científico. Esta influencia se acentúa en las ciencias sociales y en la economía, en particular; por lo que siguiendo a Sunkel, se refiere acertadamente a “historicidad del objeto e historicidad del sujeto”.

5. Etapas del método científico. En el estado actual de la metodología científica, se admite básicamente que existen cuarto etapas de la investigación: descripción, clasificación, explicación y verificación; utilizándose alternativamente tres modos de inferencia: deductivo, inductivo o inductivo-probabilístico y reductivo. La ruptura de este consenso, como se dice ahora, se centra fundamentalmente en el énfasis concedido a cada fase en relación con las demás, lo que da lugar a las distintas corrientes metodológicas y que, en gran parte, deriva del distinto objeto de estudio de cada parcela de la ciencia.

También es generalmente admitido que el investigador ha de poseer como cualidades, las de: espíritu de observación y capacidad de abstracción, fantasía creadora e intuición, habilidad formalizadora (matemática) y manual (en ciencias naturales), al tiempo que ser consciente de su propia ignorancia y ansiar la búsqueda de la verdad.
Según el análisis de las etapas del método científico, en primer lugar, la investigación de la realidad, objeto de conocimiento, no puede iniciarse sin lo que Schumpeter denominaba “visión” o acto cognoscitivo pre-analítico. Acercarse a la realidad en cueros teóricos no es buena fórmula. El investigador cuenta con el marco paradigmático en el que se mueve científicamente (instrumentos, hipótesis, investigaciones y antecedentes), con una influencia ideológica externa, y a veces, inconsciente que lo condiciona, es decir, una concepción del mundo total o parcialmente explicitada. Asimismo, cuenta con una circunstancia personal (psíquica) que lo motiva, etc; o como ha tipificado José Luis Sampedro, por sus capas psicogénica y sociogénica. Esta visión antecede a los procesos de observación y analítico y se puede asemejar a lo que es la acotación de la realidad para Sampedro.

Esta fase de acotación es sólo una dimensión temporal y espacial, teórica, de la realidad que se pretende estudiar. En segundo lugar, a esta visión ha de seguir una observación de los hechos, de la realidad, que ha sido denominada por algunos autores como percepción sensorial (Rusell) o sensible (Mao Tse Tung), a la que sigue un proceso teórico de inferencia inductiva o proceso de abstracción, fase descendente en la que se tratará de describir y clasificar los elementos y relaciones de esa realidad, y cuya finalidad última es la formulación de una síntesis teórica en forma de hipótesis, modelo o teoría de carácter absolutamente provisional.

En tercer lugar, esta hipótesis se desarrolla deductivamente, mediante un proceso que va de lo real a lo ideal y viceversa; purificándola así de los elementos extraños a la realidad estudiada. Esta fase de concretización (inferencias deductiva, inductiva y reductiva combinadas) nos conduce a una nueva síntesis teórica, en general, ya formalizada como modelo o teoría, en la que la síntesis primera queda enriquecida por los desarrollos deductivos, su formalización teórica y por las inferencias reductivas de verificación y falsación de hipótesis y de teorías. Dichas inferencias adoptan en las ciencias sociales, la forma de contrastación en función de la operatividad o bien de simulación, como actualmente hace la dinámica de sistemas. En todo caso, el resultado de la investigación es siempre provisional (histórico); una base para la creación de nuevos problemas.

En cuarto lugar, una síntesis teórica “enriquecida”, explica o describe la realidad, pero aún debe superar otro filtro: la contrastación intersubjetiva. Para ello, habrá de ser comunicada a la comunidad en el lenguaje apropiado formalizado, y sentando claramente las premisas y conclusiones derivadas de ella. La exposición se presenta como un “todo estructurado” que procede de lo general a lo particular; una totalidad de relaciones diversas en un proceso de síntesis, pero no como una representación caótica del todo.

6. Método de investigación y método de exposición. El método de investigación debe entonces distinguirse formalmente del método de exposición. Citando a K. Marx: “La investigación ha de tender a asimilarse en detalle la materia investigada, a analizar sus diversas formas de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo después de coronada esta labor, puede el investigador proceder a exponer adecuadamente el movimiento real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente en la exposición la vida de la materia, cabe siempre la posibilidad de que se tenga la impresión de estar ante una construcción a priori”.

La investigación abarca todo el proceso de conocimiento científico, la exposición sólo es posible cuando culminamos la primera etapa de la investigación. Esta consistirá sencillamente en el proceso dialéctico que, partiendo de una formulación teórica del problema y de sus coordenadas teórico-prácticas, permita la realización de un análisis empírico de la realidad objetiva que nos conduzca a la formulación de una hipótesis que explique la totalidad de los hechos de forma lógica y coherente. Solo después de superar esta labor, será posible llegar a exponer científicamente, al tiempo que los procesos deductivo-inductivos interrelacionados; la lógica y la contrastación nos permiten reformular la hipótesis primaria, enriquecerla y acercarla a una explicación más científica de la realidad objeto de estudio, es decir, prosigue la investigación en su segunda etapa, en lo que ya no es compatible con la exposición.

Siguiendo a Marx: “cuando estudiamos un país determinado desde el punto de vista de la economía política, comenzamos por su población, la división de ésta en clases, su establecimiento en las ciudades, en los campos, a orillas del mar; las distintas ramas de la producción, la exportación y la importación, la producción y el consumo anuales, los precios de las mercancías, etc. Parece lo correcto comenzar por lo que hay de concreto y real en los datos; así, pues, en la economía, empezamos por la población, que es base y sujeto de todo el acto social de la producción. Pero bien mirado, este método sería falso. La población es una abstracción si deja a un lado las clases de que se compone. Estas clases son, a su vez, una palabra sin sentido si ignoro los elementos sobre los cuales reposan, por ejemplo: el trabajo asalariado, el capital, etc. Estas suponen el cambio, la división del trabajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin valor, dinero, precios, etc. Si comenzase pues, por la población resultaría una representación caótica del todo, y por medio de una determinación más estricta llegaría analíticamente siempre más lejos con conceptos más simples: de lo concreto representa, llegaría a abstracciones cada vez más sutiles, hasta alcanzar a las más simples determinaciones. Llegado a este punto, habría que volver a hacer el viaje a la inversa, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no como una representación caótica de un todo, sino con una rica totalidad de determinaciones y relaciones diversas. El primero es el cambio que ha seguido históricamente la naciente economía política (…) El último método es manifiestamente el método científicamente correcto, lo concreto es concreto, porque es la síntesis de muchas determinaciones, es decir, unidad de lo diverso. Por eso lo concreto aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, y no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida y, por consiguiente, el punto de partida también de la percepción y de la representación”.


Lectura Nº7. “Teoría del desarrollo capitalista”. Autor: P.M Sweezy. Editorial. Fondo de cultura económica.

Las discusiones sobre metodología en economía política, como en otros campos, pueden resultar cansadas y sin fruto. El autor, se ocupa ampliamente del estudio analítico de la teoría económica marxista y expone los elementos principales de la actitud de Marx ante la economía política. Marx era partidario del llamado método abstracto-deductivo; en el que practicaba el método de las “aproximaciones sucesivas” que consiste en avanzar paso a paso de lo más abstracto a lo más concreto. Así, eliminando las simples suposiciones en las etapas sucesivas de la investigación, la teoría puede explicar una esfera cada vez más vasta de fenómenos reales.

Lo más importante de este método, sería en últimas, poner de relieve lo esencial y hacer posible su análisis. Marx retuvo aquellos elementos del pensamiento de Hegel con respecto al desarrollo a través del conflicto entre fuerzas opuestas o contradictorias, pero a diferencia de Hegel, Marx, se dedicó a un estudio completo de la economía política siguiendo los conflictos históricos hasta sus raíces en el modo de producción. Para Marx, en el proceso histórico-social la clave del cambio se encuentra en los movimientos del modo de producción. Así que el propósito legítimo de la abstracción en la ciencia social no es nunca alejarse del mundo real, sino más bien aislar ciertos aspectos del mundo real para fines de investigación intensiva. El punto de partida en la Economía Política de Marx es el análisis de las mercancías. Una mercancía es un rasgo universal de la existencia humana, presente en cada una y en todas las formas de sociedad. En El Capital, Marx realiza un estudio de las mercancías o valor de cambio. En la sociedad capitalista, el trabajo, se reduce a la categoría de trabajo “abstracto”.

En otras palabras, el trabajo en la sociedad capitalista, es un medio de crear riqueza en general y ha dejado de desarrollarse junto con el individuo en un sentido particular. Los resultados obtenidos en el volumen I tienen un carácter provisional, es decir, que su validez es relativa pues no son predicciones directas del futuro. Para Marx, la realidad histórica no es tanto un juego de relaciones determinado y menos una aglomeración de cosas. Más bien, es el proceso de cambio inherente a un juego de relaciones determinado; la realidad histórica es un proceso que no conoce en principio finalidad ni estaciones de parada. El proceso de cambio social no es puramente mecánico, es producto de la acción humana que está limitada en forma precisa por la clase de sociedad en que tiene sus raíces.

Citando a Marx “los hombres hacen su historia, pero no la hacen exactamente a su gusto ni en circunstancias elegidas por ellos mismos, sino en circunstancias ya existentes, dadas y transmitidas del pasado”. La sociedad cambia, y a la vez, dentro de ciertos límites puede ser cambiada. Los marxistas interpretan los hechos contemporáneos en un contexto histórico-mundial, esta es una cuestión de método y criterio. Por tanto, el capitalismo para los marxistas, es un histórico transitorio, así que el marxista puede permanecer fuera del sistema y criticarlo en su conjunto. Asimismo, puesto que la acción humana misma, es responsable de los cambios que el sistema sufre y sufrirá; una actitud crítica no es sólo intelectualmente posible, sino también moralmente significativa.


Marisa Contreras
2.02.10

No hay comentarios:

Publicar un comentario